29/12/17

El Dios Solar-Atón


Desde los inicios del Egipto faraónico, la religión había ido adaptándose a los diversos factores de carácter histórico que tanto social como culturalmente influenciaban la vida espiritual de los antiguos egipcios.
Conforme se sucedían las distintas dinastías egipcias, los centros de poder e influencia iban sufriendo cambios y desplazamientos, originando variaciones en las prácticas religiosas y en el panteón egipcio, esto suponía también privilegios en la asignación de recursos (tierras, ganado, siervos, etc.) sobre el resto de los dioses y sus respectivos templos y clero.

Desde el 2.400 a.C. el Dios del Sol se adoraba como Ra-Horajty, un dios con cabeza de halcón, coronado por el disco solar y el uraeus, con cetro usa y anj. Era el dios de los faraones, que se consideraban sus hijos y su representación en la tierra. Sin embargo, esta preferencia cambió a finales de la Dinastía XVII, los príncipes tebanos impulsaron la expansión de sus fronteras hasta liberar completamente el territorio egipcio del dominio de los gobernantes hicsos.

La reunificación del reino del Alto y Bajo Egipto en una sola corona se efectuó bajo el mando de los príncipes de Tebas, y la guía espiritual del dios tebano Amón, cuyo centro espiritual estaba en Karnak. Así, el culto a Amón (y su clero) ocupó su sitial dorado de preeminencia en el panteón egipcio y se transformó en el «Dios de la Victoria». Este impulso guerrero no se acabó con la expulsión de los hicsos, sino que continuó con la expansión de las fronteras hasta conquistar los territorios de Canaán y Nubia, lo que dio origen al denominado Imperio Nuevo.

Los gobernantes de la Dinastía XVIII, convirtieron Egipto en un gran imperio. Con cada nueva conquista, el agradecimiento a Amón se traducía en nuevos templos y obras, como las sucesivas ampliaciones de los templos de Karnak, y en nuevas prebendas económicas a sus sacerdotes, el culto y el clero de Amón recibieron un trato preferencial como nunca hasta entonces había recibido ningún dios o diosa egipcios, acumulando inmensas cotas de poder.

Durante los reinados de Amenhotep III y Thutmose IV, la tendencia se invirtió paulatinamente, pues el clero de Amón había sido desplazado por el de Ra y se había introducido de nuevo el culto a Atón, aunque como un dios secundario. Atón, Shu y Tefnut, formaban la triada creadora, y su culto era símbolo del retorno a las bases del panteón egipcio. El culto a estos dioses había sido sustituido por el de sus hijos, pero el faraón abogó por el regreso a los tres primeros dioses, postergando los cultos de otros.

Con Akenatón, la reforma religiosa se radicalizó con la imposición de la preferencia del dios Atón sobre el resto de dioses, y la prohibición del culto a Amón. El faraón intentó, como ya había hecho su padre, aminorar el poder que el sumo sacerdote y el clero de Amón habían adquirido con el tiempo. Sin embargo, este cambio no se realizó en los primeros años del reinado. El propio nombre de nacimiento del rey Amenhotep conllevaba mención al dios Amón (Amen), y al principio, ambos cultos podían coexistir libremente.
Según los historiadores, fue alrededor del quinto año de reinado en solitario cuando Amenhotep IV abandonó su nombre de nacimiento en honor al dios Amón y adoptó el de Akenatón, conjuntamente con modificaciones en los distintos títulos, como los nombres de Horus, Nebty y Horus Dorado.
La transcripción de los jeroglíficos de su primer nombre de Trono y de nacimiento es Nefer-Jeperu-Ra Amen-Hotep, esto es, Hermosas son las manifestaciones de Ra, Amón está satisfecho.
También conocido como Ajenatón, Akhenatón o Akenatón, Amenhotep IV o Amenofis IV, Ecnatón e Ijnatón, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Su reinado está datado en torno a 1353-1336 a.C. y pertenece al periodo denominado Imperio Nuevo de Egipto.
Akenatón es el primer reformador religioso del que se tiene registro histórico. Su reinado no sólo implicó cambios en el ámbito religioso al convertir al dios Atón en la única deidad del culto oficial del Estado, en perjuicio del predominante culto a Amón, sino también reformas políticas y artísticas.

La reconstrucción del universo espiritual, social, económico y político de Egipto de finales de la Dinastía XVIII, ha permitido, a falta de registros históricos explícitos, intuir los motivos que indujeron a Akenatón a realizar la reforma religiosa. Analizando ese contexto, muchos estudiosos han coincidido en afirmar que la instauración de la nueva religión se debió tanto a motivos políticos como espirituales, dimensiones a la sazón inseparables.

Atón se representaba como un gran disco solar, del que salían brazos en disposición radial, que terminaban en manos con el signo anj de la vida con las que recogía las ofrendas, dando a cambio luz y vida. No se han conservado imágenes antropomórficas, tan comunes en la religión egipcia, del dios Atón, ya sea en forma de esculturas, pinturas o bajorrelieves.

Atón era la forma del dios del sol en la tarde y personificaba la fuente de toda vida. Amenhotep III había protegido el culto a Atón, y Akenatón llevó al límite el sentido religioso de adoración del símbolo solar, convirtiendo a Atón en el dios personal del faraón, y por ende, en el de todos y cada uno de sus súbditos.
Además, no solo erigió en el Templo de Karnak un santuario dedicado a Atón, sino que fundó una nueva capital político-religiosa: Ajetatón.

A mitad de camino entre Menfis y Tebas, las dos anteriores grandes capitales, ordenó construir una nueva capital en el desierto, Ajetatón (la actual Amarna) consagrada a Atón. Para delimitar el perímetro de la ciudad se erigieron estelas de demarcación en las que se declara la pertenencia del paraje al nuevo dios Atón.
En la nueva ciudad, hizo construir templos con grandes patios, ya que el culto solar debía hacerse al aire libre. La construcción de la nueva capital se financió con la confiscación a favor de la corona de las tierras y rentas de los antiguos templos, quitándoles privilegios a los sacerdotes y dejándolos sin las inmensas riquezas que acumulaban cada año. Hacia el quinto año de reinado, el faraón, la familia real y la corte, se trasladaron a la nueva ciudad. La ruptura con el pasado quedaba así totalmente consumada.
Como sumo sacerdote de Atón, rechazó la autoridad del sumo sacerdote de Amón, quien tenía el título de Jefe de los sacerdotes de todos los dioses y un gran poder político. En el décimo año de su reinado, Akenatón ordenó borrar el nombre de Amón y el de su esposa Mut de todos los monumentos, hasta de los cartuchos con nombres teóforos de todos los faraones, incluido el de su padre.

La nueva religión se caracterizaba por una fuerte abstracción y conceptualización de la deidad. A esta conclusión se llega al considerar que, si bien la adoración de una deidad solar ofrecía oportunidades de eventos festivos en momentos determinados del calendario, como son los días de solsticio y los de equinoccio, sin embargo, Akenatón no los utilizó determinadamente en su reforma religiosa. Más aún, la orientación de los edificios en la nueva ciudad dedicados a Atón no sigue ningún patrón solar o cósmico, sino que se adecúa a la topografía del terreno donde estos se asentaban.

Todo esto lleva a la conclusión de que la nueva religión en torno a Atón se basaba en una fuerte abstracción conceptual en perjuicio de otras manifestaciones religiosas más concretas. Esto fue lo que originó un importante problema en el sistema de creencias egipcio, ya que el pueblo no concebía a los dioses sin forma e imagen, sino que necesariamente los corporizaba, ya fuese en una imagen antropomorfa, ya en un animal asociado, icono zoomorfo.
La revolución, provocada por Akenatón, comportó la total eliminación de las imágenes humanizadas de dioses en esculturas, relieves, muebles y otros enseres, que habían constituido tradicionalmente la principal fuente iconográfica del arte egipcio.
Paralelamente, la familia real se convirtió en el motivo central de las representaciones artísticas, en los altares de los templos donde antes se encontraban las estatuas de los dioses, se veía ahora a la familia real, a veces en pareja, otras veces con todas sus hijas, y siempre con el dios Atón, el disco solar, oficiando como protector y dador de vida.
Simultáneamente, se produjo también un cambio radical en las formas y modos de oficiar las ceremonias religiosas. Los antiguos templos cerrados, oscuros, donde lo primordial es el ocultamiento de la divinidad y el acceso restringido, dieron paso a templos abiertos, al aire libre, donde la observación de la divinidad estaba al alcance de cualquier neófito o no iniciado. Con todo, subsisten muchos interrogantes en lo relativo al culto de la nueva religión respecto a dos temas: el culto individual o familiar y su relación con el más allá.

Continuará...

26/12/17

El Ojo de Horus

El Ojo de Horus que todo lo ve, cuyo significado literal sería “la unidad o totalidad restablecida”, simboliza aquello que ha vuelto a su ser y se ha completado.

Horus "el elevado" era el dios celeste en la mitología egipcia. Se le consideraba como el iniciador de la civilización egipcia. Era dios del cielo, de la guerra y de la caza. Su nombre egipcio era Hor (Hr); Horus es su nombre helenizado.

Horus era el hijo de Osiris, el dios del aire y la Tierra, y de la diosa Isis. Osiris fué asesinado por su hermano Seth para arrebatarle el trono, para mantener su poder, Seth trató de evitar que Osiris tuviera hijos.

Horus mantuvo una serie de encarnizados combates contra Seth, para vengar a su padre. En el transcurso de estas luchas los contendientes sufrieron múltiples heridas y algunas pérdidas vitales, como la mutilación del ojo izquierdo de Horus. Pero, gracias a la intervención de Thot considerado dios de la sabiduría y que tenía autoridad sobre todos los dioses, el ojo de Horus fue sustituido por el Udyat “el que está completo”, para que el dios pudiera recuperar la vista. Este ojo era especial y tenía cualidades mágicas. El Ojo de Horus o Udyat, se utilizó por primera vez como amuleto mágico cuando Horus lo empleó para devolver la vida a Osiris.

El Ojo de Horus puede tener dos significados, dependiendo de cual de los dos ojos sea (izquierdo o derecho) el que se representa.

El ojo derecho es el que representa el sol y la luz, por lo que también es conocido como “Ojo de Ra”, es sin duda el más conocido ya que en el antiguo Egipto era el amuleto más poderosos.
Como encarnación del Sol, el ojo derecho poseía más poderes que el izquierdo ya que Ra era el dios más poderoso de la mitología Egipcia. Este ojo se utilizaba como talismán protector a la hora de extraer los órganos a las momias, el temido “mal de ojo”, las traiciones, los encantamientos y las miradas envidiosas.

El ojo izquierdo representaba a la luna y la sombra, se usaba sobre todo en ritos funerarios como una invocación de la divinidad. También parece ser el origen del símbolo farmacéutico que encabeza todas las recetas médicas.

El Ojo de Horus como unidad de volumen representaba la unidad de medida “heqat”. Está unidad se empleaba sobre todo para medir el trigo y la cebada, que era lo que más abundaba en aquella época, equivalía a unos 4,8 litros de volumen.
También se utilizaba como unidad de medida fraccionaria para medir extensiones de tierras cultivadas, conocidas como fracciones de “Ojo de Horus”.

Las cejas equivalían a 1/8, la pupila 1/4, la parte izquierda de la pupila 1/2, la parte derecha de la pupila 1/16, la parte inferior vertical bajo el ojo 1/32 y la parte inferior diagonal del ojo representaba 1/64. 

Relacionado con el Ojo de Ra (Ojo de Horus en el Antiguo Egipto), encontramos el “Ojo de la providencia”, también llamado Ojo que todo lo ve, Ojo panóptico o Delta luminoso.
Es un símbolo interpretado como la vigilancia y providencia de Dios sobre la humanidad. A diferencia del Ojo de Horus, el Ojo que todo lo ve, se encuentra dentro de un triángulo con uno de sus tres vértices hacia arriba y con la mirada hacia abajo, como símbolo del Principio de la manifestación misma y de omnipresencia en su significado especial de providencia.

El símbolo ha sido usado tanto dentro de contextos religiosos, como mágicos y forma parte del simbolismo masónico.
El uso del triángulo como símbolo religioso data desde los primeros siglos del cristianismo, donde se le encontraba conformado por tres peces, simbolizando el bautismo o relacionado con el Crismón símbolo de Cristo, sin embargo no es un símbolo común.
Entre el siglo VIII y IX comenzó a usarse como un símbolo de la Trinidad en la forma de un nimbo que rodeaba las cabezas de las representaciones antromóficas de Dios, especialmente, del Padre, volviéndose una representación común en Grecia e Italia hacia el siglo XV; los griegos incluso expresaron la idea de la inmanencia de dios colocando la frase "El ser" (ο ων) en cada uno de los ángulos de la figura. La incorporación del tetragrama y del ojo dentro del triángulo fue una creación propia del arte renacentista, al que se ha dado el significado de la omnisciencia y la omnipresencia de Dios Padre relacionándolo con el pasaje del Nuevo Testamento (Pedro 3, 12): "Pues los ojos del Señor miran a los justos...”

Considerado símbolo de la manifestación omnipresente del principio creador del universo en las logias masónicas, dependiendo del rito, este símbolo se ubica en la parte superior y central del ala oriente de la sala, entre el sol y la luna. Su ubicación en el oriente, refuerza su símbolo luminoso, solar y de alta sacralidad, ya que este punto cardinal tiene especial significación dentro del ritual masónico.

El símbolo del Ojo que todo lo ve dentro del ritual, es conocido como "Delta luminoso", por su semejanza a la letra griega Delta, enmarcándolo en un triángulo equilátero, para representar al Gran Arquitecto del Universo, el cual en muchas ocasiones, tiene inscrito el tetragrama hebreo o solamente la letra hebrea “yod”.
La Yod o Yúd es la décima letra del alfabeto hebreo y equivale a la letra yod del alfabeto fenicio. Tanto en fenicio como en hebreo, esta letra representa una consonante “j”, pero en la iota del alfabeto griego (que procede del fenicio), representa siempre la vocal “i”, la letra derivada latina, la letra “i”, sirvió a los romanos tanto para i como para j. En los alfabetos latinos actuales la j se denota J.
Yod significa “mano” o “brazo” y probablemente deriva de un glifo con el mismo significado. De hecho, yod en hebreo y yad en árabe significan “mano”. El glifo podría estar relacionado con el jeroglífico “mano”.

En el Medio Oriente “el ojo que todo lo ve” se ha conocido en la forma de un símbolo de una mano, con un ojo en la palma de la mano derecha llamada como Hamsa, Khamsa o Hamesh. También se conoce como la mano de Fátima en el Islam y la mano de Miriam en el judaísmo. En la India se conoce como la mano Humsa. 
Los Jainistas también tienen una forma de la Hamsa en su simbolismo con la palabra ahimsa (que significa no violencia) y dentro, en lugar del ojo hay una rueda.
La Hamsa se ha utilizado durante miles de años y todavía está en uso hoy en día como amuletos, talismanes o adornos de pared. Parece tener sus orígenes en la antigua Mesopotamia con la mano de Ishtar siendo un símbolo de la protección divina a pesar de que no contenía el ojo en la palma.

Para saber más: La Fracción egipcia

25/12/17

El origen de Isis y la Virgen María

        La Virgen de la Media Luna (Grabado de Alberto Durero)

El culto de Isis tuvo una influencia considerable sobre el de la Virgen María. Isis también fue el modelo para todas las reinas de Egipto, que eran conocidas como "hija de Dios", "gran esposa del rey" y "la madre de Dios". Las imágenes coptas (cristianas) heredaron esta concepción de la diosa Isis, dando origen a representaciones posteriores de María Lactans (María que da de lactar).

Después de la conquista de Egipto por Alejandro Magno, el culto de Isis se extendió por todo el mundo grecorromano.
Tácito escribió que después del asesinato de Julio César, se decretó erigir un templo en honor de Isis pero Augusto lo paró y trató de convertir de nuevo a los romanos a las creencias de los dioses romanos que estaban asociados estrechamente con el Estado. Finalmente, el emperador romano Calígula abandonaría la cautela de Augusto hacia lo que fue descrito como cultos orientales, y fue durante su reinado cuando se estableció en Roma la fiesta de Isis. Según Josefo, Calígula se puso un ropaje femenino y participó en los misterios que él mismo instituyó.

En la época helenística, Isis adquirió un nuevo rango como una diosa principal del mundo mediterráneo. Vespasiano, junto con Tito, practicaban incubaciones en el Iseum romano. Domiciano construyó otro Iseum junto a un Serapeum. Trajano aparece delante de Isis y Horus, presentándoles votivas ofrendas de vino, en un bajo relieve, en su arco triunfal de Roma. Adriano decoró su villa de Tívoli con escenas isíacas. Galerio consideraba a Isis como su protectora.

La visión romana sobre sus cultos era sincrética, contemplando a sus nuevas deidades, como aspectos meramente locales de otros más familiares. Para muchos romanos, la egipcia Isis era un aspecto de la frigia Cibeles, cuyos ritos orgiásticos fueron al final naturalizados en Roma, llegando a ser conocida como “Isis de los diez mil nombres”.

Los estudiosos han hecho comparaciones con el culto a Isis a finales de la época romana y el culto a la Virgen María, después de que el cristianismo ganó popularidad y comenzó a dispersarse en Europa y luego en Roma, los cristianos convirtieron el santuario de Isis en Egipto en una Iglesia en honor a María así como de manera deliberada tomaron imágenes del mundo pagano y las utilizaron.
Este fue el resultado de la exposición del cristianismo primitivo al arte egipcio. En una encuesta a veinte destacados egiptólogos, realizada por W. Ward Gasque, un erudito cristiano, encontró que todos los que respondieron reconocían que la imagen de Horus niño e Isis ha influido en la iconografía cristiana de la Virgen y el Niño, pero que no hubo otras similitudes.
El historiador Will Durant escribió que "Los primeros cristianos a veces rendían honores, a las estatuas de Isis amamantando al niño Horus, viendo en ello un rito antiguo y noble acerca de como por medio de la mujer (es decir, el principio femenino), se crearon todas las cosas, que finalmente se convirtió en la Madre de Dios. Horus, en este aspecto juvenil, fue llamado Harpócrates por los griegos. A pesar de que a la Virgen María se la venera en el catolicismo y la Iglesia ortodoxa, su papel como una figura de la madre misericordiosa tiene paralelos con la figura de Isis.

En el culto egipcio vemos la Tabla isiaca, una placa de cobre que estaba consagrada a la antigua diosa Isis, en ella figuran decenas de dioses egipcios, mostrando sus símbolos y atributos.

En las riberas del Mediterráneo, durante la Edad de Bronce, los Pueblos del Mar unieron todas las culturas desde las costas de Creta, Grecia, Canaán y Egipto hasta las costas Itálicas, Iberas y Norteafricanas, con sus diversas culturas sucesivas. Unos piensan que la civilización nació en Oriente, otros que en Occidente. Los egipcios y griegos hablaron de una antigua cultura de nombre desconocido, que les había precedido en el tiempo y había desaparecido bajo las aguas.

Antes de la llegada de los pueblos indoeuropeos, de tradición solar, casi todas las culturas seguían una mitología de culto lunar, una diosa era su divinidad principal y recibió diferentes nombres: Ashera, Astarté, Ashtar, Isis, Tanit, Astoret, Shekinah, etc., o simplemente la Señora de la Serpiente, la Diosa Celeste, la Diosa del Mar, la Señora de la Tierra y del Inframundo, etc. Era una diosa de la vida, el amor, la muerte y la regeneración. Los griegos, romanos, celtas, etc., la fraccionaron en múltiples aspectos, atribuyendo cada uno a una diosa.
Astarté (en fenicio Ashtart) es la asimilación fenicia de una diosa mesopotámica que los sumerios conocían como Inanna, los acadios como Ishtar y los israelitas Astoret.
De acuerdo con el libro The Early History of God, Astarté sería la encarnación correspondiente a la Edad de Hierro (después del 1200 a.C.) de la diosa Ashera, de la Edad de Bronce (antes del 1200 a.C.).
En el Libro de los Reyes de la Biblia, dice que una estatua de Ashera se encontraba en el templo de Yahvé en Jerusalén, y bajo la denominación de “Reina de los cielos” (Jer. 44,17) se practicaban sus rituales. Posteriormente, con la reforma de Josías, todo lo relacionado con Astarté y otras deidades fue excluído del culto a Yahvé, como primer paso hacia la formación de una identidad propia de la nación israelita.
Como el culto a Ashera se basaba en la prostitución sagrada (tanto masculina como femenina), se cree que el nombre Astoret es una forma hebrea del nombre semítico Astarté modificado por los Hebreos con las vocales de la palabra bōshet (abominación) cuando repudiaron el culto a la diosa.
Los estudios realizados sobre Ashtar y Astarté en Ugarit han llevado a suponer que ambas divinidades pertenecerían a un grupo de dioses originarios de un antiguo substrato de pueblos y culturas nómadas del desierto. Emigrados a áreas no originarias de su culto, se convirtieron, en el trascurso de pocas generaciones, en divinidades de segundo rango en los mitos locales. Ello justificaría que aunque en la mitología de Ras Shamra persista una fuerte tradición del desierto, el carácter astral de Ashtar y Astarté se vea relegado a un claro segundo plano.

La veneración a Ashtar-Venus en Siria debió de caer en decadencia antes de mediados de tercer milenio a.C. La devoción popular por el planeta se mantuvo, en la antigua tradición de algunos nombres personales evocadores del astro que, en virtud de las escasas pruebas disponibles, parecen reflejar un reducto de usos antiguos desconectado ya de sus referencias originales. Los antropónimos acadios occidentales revelan, de hecho, escasas pruebas sobre la Ishtar siria encarnando a Venus.

De una época posterior al III milenio a.C. procede la única información que se posee del archivo de Ebla acerca del culto personal a esta divinidad. Un fragmento de estatua de basalto que contiene una inscripción votiva redactada en un dialecto acadio (hacia 2.000 a.C.) cita a Ishtar. El nombre del donatario es Ibbit-Lim, rey seguramente amorita en la Ebla de esa época, quien hizo su voto en los siguientes términos:
Ibbit-Lim, hijo de Igrish-Hep, rey de la etirpe eblaite, presentó un vaso votivo en el templo de Ishtar. En el año 8º de Ishtar y en su nombre, en Ebla Ibbit-Lim hizo grabar una estatua con su nombre, por su vida y la vida de sus hijos. Ishtar lo ha aceptado, quien borrase el nombre de la estatua y los nombres de sus hijos, a quien quiera que su nombre escriba encima, que Ishtar le haga perecer”.
La datación de esta inscripción expresa con claridad el año Octavo del reinado de Ibbit-Lim bajo la protección de Ishtar. El Octavo Año de Ishtar denota el lugar de primer orden que la diosa había adquirido en el culto oficial. Este estrecho vínculo entre la diosa y la realeza eblaíta hacia el 2.000 a.C. también se documenta después en la Siria antigua.

Tanit, la principal divinidad de la colonia fenicia de Cartago, es una Diosa rodeada de especulaciones y controversias en cuanto al significado de su nombre, Ta-nit significa “Tierra de Neith” en Egipto, hay algunas similitudes con la Diosa Neith, pero muchos más con Hathor o Isis, su culto en Ibiza incluye imágenes aladas, como la Isis egipcia.

La colección de las ciudades-estado conocidas como Phoenicia (Líbano moderno) era una energía marítima importante de la Edad de Bronce, estableciendo colonias alrededor del mediterráneo. La gran diosa fenicia Astarté fue honrada originalmente junto a la púnica Tanit, pero finalmente se fusionaron; Tanit se convirtió en la Astarté cartaginesa. La evidencia de su culto ha sido encontrada en todos los puestos púnicos como Malta, Sicilia, Cerdeña, Ibiza, Cádiz e incluso Gran Bretaña. Igual que Astarté, Tanit combinó las funciones de Diosa Madre, protectora de la ciudad-estado, y Dea Coelestis, Reina del Cielo, también estaba particularmente asociada con la luna y el mar. 

Tanit aparece de forma reiterada en terracotas votivas y de forma menos frecuente en amuletos y monedas mediante el signo que representaba a la diosa, un triángulo isósceles que en su vértice superior tiene una línea horizontal y un círculo (disco solar o cabeza), signo que algunos ven como una versión de la cruz ank egipcia o cruz de la vida, y otros la interpretan como una esquemática representación antropomórfica de la diosa con los brazos extendidos que nos recuerda la forma del Indalo.
 
El indalo es una figura rupestre del Neolítico tardío o Edad del Cobre que se encontró en la Cueva de los Letreros, en Vélez-Blanco, Almería (España) y en otros asentamientos del sureste peninsular. La palabra indalo podría tener su origen en la lengua de los íberos: indal eccius (mensajero de los dioses). Esta forma también se encontró en Italia y en el Sur de América donde hay constancia de figuras muy similares, otro hallazgo es el dibujo situado en el Templo de Ramsés II en Abydos.

23/12/17

La Diosa Isis

Isis es el nombre griego de la diosa de la mitología egipcia Ast, que significa “trono”, representado por el jeroglífico que portaba sobre su cabeza. Podemos verla con alas de milano, abriendo sus brazos para bendecir a sus devotos e hijos, simbolizando su maternidad, con forma de diosa árbol, amamantando al faraón. Otras veces está sentada, ostentando un tocado con el disco solar, por ser hija de Ra, el dios Solar.
En su versión antropomorfa, Isis era representada como una mujer que llevaba un ajustado vestido, coronada con el "trono" anteriormente descrito. A comienzos de la dinastía XVIII y en el período tardío, es representada con cuernos y un disco solar entre ellos, al modo de la diosa Hathor, por tanto, atributos tomados de ésta. También porta el sistro y el menat, símbolos de la diosa Hathor, y en sus manos suele llevar el anj (ank) y un cetro papiriforme.

Isis fue llamada "Gran maga", "Gran diosa madre", "Reina de los dioses", "Fuerza fecundadora de la naturaleza", "Diosa de la maternidad y del nacimiento".
Su origen es incierto, pero se estima que proviene del delta del Nilo. Las primeras menciones de Isis datan de la dinastía V del Antiguo Egipto (2.494 a 2.345 a.C.) en la cual se encuentran las primeras inscripciones literarias, pero su culto se hizo prominente más tarde en la historia egipcia, cuando se empezaron a absorber y sincretizar los cultos de otras diosas. Con el tiempo se expandió fuera de Egipto, en el Oriente próximo y el Imperio romano, con la construcción de templos lejanos dedicados a ella, como en las Islas Británicas y la Península Ibérica. Hasta el siglo VI se pudieron encontrar rastros de su adoración en la Europa cristiana.

El templo más importante dedicado a Isis y su último lugar de culto, estaba en la isla de File. Construido en varias fases desde 380 al 100 a.C., fue ordenado su cierre por el emperador Justiniano I. En Dendera era expuesta anualmente en el templo de Hathor, a los rayos del Sol, para regenerarse. Otro templo de Isis importante se encontraba en Behbeit el-Hagar. En Giza fue venerada como "Señora de las Pirámides".

Fuera de Egipto, su culto se propagó por todos los pueblos del Mediterráneo, resistiendo la expansión del cristianismo durante el Imperio romano hasta que fue prohibido en tiempos de Justiniano I.
Se encuentran templos en otros lugares de África, como en Libia, Túnez y Sudán; en el Oriente Medio, Jordania, Turquía y Líbano; y en Europa, Grecia (Templo de Isis en Delos), Italia (Templo de Isis en Pompeya), Francia, Alemania (Santuario de Isis y de Mater Magna en Maguncia) y en España (Templo de Isis en Baelo Claudia en Cádiz) y (Santuario de Isis en Cartagena).

La ciudad romana de Baelo Claudia, situada en la ensenada de Bolonia a unos 12 Kms. de Tarifa (Cádiz), se construye a finales del siglo II a.C. La identificación del templo es segura puesto que se encontraron dos inscripciones en la escalinata del templo durante las excavaciones. 
El nombre de la diosa aparece grabado en las placas sobre la silueta de los pies en relieve de quien hace la ofrenda (ISIDI DOMINAE, "Isis la Señora"). Cada una de las placas marca el lugar de oración para los fieles que entraban y salían del templo. Pueden verse grabadas dos plantas del pie, una ligeramente adelantada a la otra. La inscripción de la parte superior dice: ISIDI.DO(MINAE) L.VECILI(VS...) L.A. V (.S), que se traduciría como: "A Isis soberana, Lucio Vecilio cumplió con agrado su voto".

En el Santuario de Isis en Cartagena (Murcia), en el cerro del Molinete, se han recuperado tres capillas, además de todo el entorno, incluyendo las grandes cisternas del subsuelo que estuvieron vinculadas con los rituales realizados a la diosa. La construcción se inició en la segunda mitad del siglo I d.C., manteniendo su uso hasta el siglo III. Su identificación con la diosa Isis se debe a los restos escultóricos hallados y los paralelismos con otros santuarios consagrados a la divinidad, cuyo culto estuvo extendido en la Roma imperial.
Hay evidencias del culto a Isis en Hispania, transmitido por comerciantes, militares o simples ciudadanos griegos y romanos. Al principio su veneración fue popular, pero después llegó hasta las clases más altas. Existió culto organizado en: Emérita Augusta (Mérida), Igabrum, Cabra (Córdoba), Valentia (Valencia), Cartagena y Cádiz, donde quedan restos de un Templo a Isis del siglo II d.C; hubo devotos en: Legio (León), Astúrica Augusta (Astorga), Acci (Guadix), Saguntum (Sagunto) y Tarraco (Tarragona). Los últimos documentos hallados, referentes al culto a Isis en Hispania, datan de la primera mitad del siglo III.

En la toponimia actual encontramos a la diosa, p.e. en el nombre de Isabel, que procedería del latín “Isis Bella”, sin embargo se trata de un compuesto Isis (griego) y Bel (fenicio-cananeo). Igual ocurre con el prefijo egipcio “Ast” (trono), p.e. Asturias, Astorga, prefijo que también significa astro o estrella, y hace referencia a la diosa fenicia Astarté, identificada con el planeta Venus “la estrella de la tarde” que guiaba a los navegantes del mundo antiguo hacia Occidente.

Según el libro The Early History of God, Astarté sería la encarnación correspondiente a la Edad de Hierro (después de 1.200 a.C.) de la diosa Ashera, de la Edad de Bronce (antes de 1.200 a.C.).
Los historiadores griegos y romanos de la antigüedad, relatan que en la costa sur de España (Andalucía), había templos dedicados a una diosa relacionados con Astarté y con el planeta Venus. Heródoto escribió que la comunidad religiosa de Afrodita (Venus) se originó en Fenicia y llegó a los griegos a partir de ahí. También escribió sobre el templo más grande del mundo de Afrodita, en una de las ciudades fenicias.
En el célebre yacimiento tartésico de El Carambolo (Sevilla) se descubrió una figura de la diosa, desnuda y tocada con una peluca de estilo egipcio que data de la segunda mitad del siglo VIII a.C., y posee una inscripción que aclara su advocación: “Ofrenda que ha hecho Baal Jaton, hijo de Dommelek y Abdibaal, hijo de Dommelek, nigromantes de Astarté, como agradecimiento a Astarté-Ur por haber escuchado sus plegarias”.
El bronce tartésico conocido como “Bronce Carriazo” es una representación de la diosa fenicia Astarté, como diosa de las marismas y los esteros, aunque con el peinado típico de la diosa egipcia Hathor. 
Astarté aparece representada en el bronce con túnica de mangas cortas ornada de lirios, y acompañada por dos torsos de aves cuyas alas se unen sobre la cabeza de la diosa. El objeto se encuentra en el Museo Arqueológico de Sevilla y es una de las obras tartésicas más conocidas.

Los motivos de la desaparición del pueblo de los Tartessos, ocurrida en el siglo VI a.C., siguen siendo una incógnita para los historiadores. Independientemente de las causas de su final, a partir de esa fecha la gran influencia fenicia de Astarté se ve superada por la diosa Tanit cartaginesa. En la actualidad, perviven las peregrinaciones a los lugares de culto de la diosa Astarté, donde en la época fenicia había algún templo en su honor.

Estrabón, en su libro III, habla de una serie de santuarios a lo largo de la costa de Cádiz, que pueden identificarse con templos de navegantes que profesaban su culto, por lo que se habla de que en Hispania, Astarté era considerada protectora de los marinos. Desde las costas, las influencias llegarían por el interior hasta las provincias de Extremadura, Ávila y Salamanca.

Continuará...
 

17/12/17

Masonería Egipcia (III)


La escuela esotérica que podríamos llamar politeísta, tuvo su máxima expresión en Egipto. Eventualmente decayó y sus templos fueron completamente sepultados bajo la arena. El Templo escondido ahora bajo las arenas, los Islámicos se encargaron de hacerlo inaccesible, los mahometanos impidieron que se buscara, pero en el siglo pasado empezaron a desenterrar templos y sepulcros y descifrar inscripciones, las que son todas exotéricas.

Las esotéricas fueron destruidas, principalmente cuando la desaparición de la Biblioteca de Alejandría, pero no desapareció de la faz de la tierra completamente su inmenso conocimiento, sino que bajo diversas formas y en distintos lugares, casi siempre en contraposición con otras formas de monoteísmo, ha florecido hasta el día de hoy.
Lo que de toda ella se conserva ha sido legado a la humanidad, en primer término, a través de las Escuelas Helénicas.

Cuando la forzada expatriación de los sacerdotes de Amón hizo que tuvieran que refugiarse en Grecia, habitaban ese país seres muy primitivos, dedicados sobretodo a suplir sus necesidades primordiales. Poco tiempo estuvieron allí los sacerdotes de Amón, pero fue el suficiente para dejar una semilla. Al regresar los sacerdotes de Amón a Egipto, fueron a su vez, expulsados los de Atón -monoteístas-, y éstos también se refugiaron en Grecia. Se puede estudiar, entonces, en Grecia y a través de siglos, la influencia de ambos.
Las dos grandiosas concepciones tuvieron derivaciones filosóficas muy importantes: de la politeísta derivaría la Doctrina de la Gracia, y de la de Atón la del Libre Albedrío.

Si suponemos que todo es ilusión, que no es otra cosa que un reflejo, emanación de la Divinidad Inmanifestada, así cualquier cosa -un hombre, su mente, su alma-, no son más que un reflejo, en absoluto dependiente de lo que no se manifiesta. Nada se podrá hacer por un alma para cambiar su destino, sea santo o delincuente, sabio o necio. Llevada esta concepción al extremo conduce al fatalismo: el ser no es libre sino como Dios, en su totalidad.
Sin embargo los que creen en el libre albedrío, podrán sostener: si el hombre es divino, si tiene alguna partícula de divinidad, forzosamente podrá hasta cierto punto determinarse.

Las características de las Escuelas Iniciáticas griegas fueron muy distintas de las egipcias. El sacerdote egipcio estudiaba toda la ciencia, todos los aspectos de la sabiduría. Los griegos, en cambio, estimaban que toda una vida no alcanza para abarcarlas íntegramente.

El Templo egipcio era uno, inmenso; el griego, en cambio, si bien era completo como centro de cultura religiosa, filosófica y pedagógica, se dedicaba a una sola rama. Esto se debía en primer lugar a la constitución física de los individuos; los egipcios eran sorprendentemente robustos, resistentes y flexibles, condiciones notablemente acrecentadas por las drogas y la cirugía, eran también moderados en el apetito sexual, sobre todo entre los sacerdotes. Los griegos, en cambio, si bien hermosos, eran poco resistentes; pocos de ellos hubieran podido soportar el plan egipcio.

Egipto era un reino muy unido al faraón; Grecia se componía de una infinidad de pequeños reinos y ciudades. Todo en ella se dividía. El primer problema que se les planteó a los griegos fue el del sexo. En muchos templos se estudió consecuentemente, de manera primordial, en lo referente a los célibes, la transmutación. Estas enseñanzas fracasaron porque el griego lujurioso, reflexionó así: “Si a los actos materiales naturales los elevamos, ofreciéndolos a la Divinidad, los hacemos también divinos”.
Estaba bien hasta cierto punto, pero no se tardó en cometer abusos y nada menos que con el pretexto de divinizar actos antinaturales.

Muchos de estos seres desarrollaron su inteligencia en forma notable, y han vuelto repetidas veces al mundo físico. Pero hombres inteligentes y capaces han fracasado por atarse a algún vicio -juego, bebidas, mujeres-; y no lograrán descollar hasta que puedan vencer esas facetas.
En segundo término se estudiaba la magia y los poderes psíquicos. Conviene señalar que el griego, en lo que se refiere al amor a la forma, tenía necesidades muy distintas a las de los egipcios. Para el acto sexual tenía un significado doble; muy pocos pasaban del primer grado. En cuanto al segundo grado no existen mayores noticias. Los que llegaron al tercer grado, filosófico, callaron. Muchas obras de los filósofos griegos han llegado hasta la actualidad; sin embargo, las de Platón y sus continuadores reflejaban la tendencia de Amón y de la Gracia; las de Aristóteles y los suyos, las de Atón y el libre albedrío.

Fuente: Historia de las Ordenes Esotéricas- Santiago Bovisio.

12/12/17

Masonería Egipcia (II)

En el Templo de la Iniciación, se estudiaban los libros de la Madre Eterna, y fue en él donde con las Escuelas Esotéricas de Amón llegó al máximo esplendor el poder y la sabiduría de los Sacerdotes de Amón, con quienes alcanzó el politeísmo su mayor fulgor.

El Templo de Amón -la influencia de cuyos sacerdotes se hacía sentir en todo el mundo a pesar de que físicamente, no lo abandonaban jamás-, podría ubicarse a unos 100 Kms. de Tebas, próximo al Nilo. Era de gran extensión, cuadrado, de mármol blanco. Sus moradores, hombres y mujeres, vivían en recintos completamente separados por altos y anchos muros. Y tanto hombres como mujeres, estaban completamente apartados del mundo. Realmente muertos para el mundo exterior. Durante muchos años vivían en recintos, los cuales no tenían ventanas que dieran al exterior.
Para ingresar al Templo era menester, más que la vocación del candidato, ser elegido. Algunos eran atraídos hasta psíquicamente. Se ingresaba a los doce años. Tan solemne era el paso -pues verdaderamente se moría para la vida ordinaria-, que los parientes del candidato lo acompañaban como en procesión fúnebre, y lo llevaban a un recinto externo del Templo en el que no había más que un ataúd vacío en el que era depositado. A menudo estos candidatos eran de sangre real. Esto era importante ya que los faraones, en época de esplendor, eran iniciados por los sacerdotes y éstos eran también reales, por su saber, su poder y su sangre.
Había siete recintos. El ataúd, con el candidato depositado en él, era transportado al primero. El postulante, de coronar su carrera, debía pasar por siete grados, variando la duración de cada uno, y sólo la minoría llegaba a la cima. Las enseñanzas versaban tanto sobre el aspecto físico como el intelectual; nunca a uno de ellos. Cada grado se cumplía sucesivamente, en uno de los amurallados recintos.

El primer grado, que podría llamarse de renovación física y olvido, estaba a cargo de sacerdotes muy experimentados. En él se despojaba al neófito de todo lo que traía del mundo. Desde luego sus ropas y todo objeto personal. Se le sometía a pruebas de la vista y de escritura; se le arrancaban las uñas para librarlo de instintos animales. Como en el caso de los novicios de las órdenes cristianas, no estudiaban. Por el contrario; se procuraba que olvidaran todo lo que sabían, lo que se conseguía mediante brebajes especiales que no sólo provocaban la eliminación de las impurezas del cuerpo, sino que también hacían olvidar todo lo aprendido. Estos brebajes provocaban altas fiebres y se perdía mucho de peso. Dependía pues de la constitución de cada uno la duración de este grado, que variaba entre una semana o varios años. Cuando el candidato estaba purificado y había olvidado todo lo que sabía: leer, escribir, etc., y hasta su nombre, su familia y todos los hechos acaecidos en su vida hasta ese momento, se le dormía una vez más y se le trasladaba al segundo recinto.

El segundo grado podría describirse como de desarrollo de la inteligencia. Téngase presente que aquí entraba el adolescente elegido, purificado y sin noción alguna de su vida anterior. Se trataba de un lugar tan hermoso como se pueda imaginar. Todo lo que podía aportar la ciencia y el poderío de un rico imperio se reunía allí: palacios construidos con los incomparables mármoles blancos, azules y verdes del antiguo Egipto; tan maravillosos eran que servían para estudiar a los sacerdotes, los reflejos de la luz solar. En estos palacios se resumían las más hermosas pinturas, esculturas y obras de arte. Los jardines eran indescriptibles y tan cuidadas sus plantas que había casos en que una sola de estas contaba con su cuidador exclusivo. Para los cultivos se aprovechaban las crecientes de primavera del Nilo.
En este grado se estudiaban ciencia y artes, religión no. Se desarrollaba la inteligencia; la flexibilidad mental. Se previene contra la posible confusión entre inteligencia y espiritualidad: un ser espiritual bien puede carecer de flexibilidad mental y a la inversa un intelectual carecer de espiritualidad. En este grado se enseñaba a discernir. Después de un tiempo, naturalmente variable, poseían los estudiantes un juicio muy seguro tanto en el orden científico como en el estético.

Cuando llegaba el momento para el paso al tercer grado, -que podría calificarse de recuerdo y elección-, se hipnotizaba al estudiante y pasaba al siguiente recinto. No todos lograban dar este paso pues a muchos les resultaba excesivamente difícil. Dado que, una vez entrado el neófito al Templo no salía jamás, estos seres quedaban en lo que podría designarse sacerdotes sirvientes, entre los cuales se hallaban los embalsamadores.
Los que no trascendían el primer grado se ocupaban de la proveeduría y demás aspectos de la administración material del Templo. En el tercer grado ya leen los Libros de la Madre Divina. Estudian lo que podría denominarse psicología. Vuelven a recordar su vida anterior. Pero en este recinto fracasaba el setenta por ciento. El estudio de las Enseñanzas llevaba a muchos al conocimiento de que si lo único real es el Uno, de nada servía lo demás; ¿para que comer, o dormir o cualquier cosa que no sea Aquello?... La mayoría se dejaba morir.

A partir del cuarto grado eran muy pocos los que fracasaban. Se dedicaban al estudio de la magia. Para que pudieran ofrecer a otros la oportunidad de adelantar, adquirían poderes psíquicos: clarividencia, viajes astrales, etc.
En el quinto grado se dedicaban a la Contemplación.
En el sexto grado se estudiaba la Teología. Reconocían que cualquier unión lograda es momentánea; tan ligada está la personalidad a aquello que la rodea. Cuando los sacerdotes imponían un castigo, por severo que fuera, procedían sin temor, pues sostenían que si el castigado era culpable, necesariamente expiaría por Karma su culpa, de tal modo que el castigo no hacía sino anticiparlo.

Uno de los poderes que poseían los sacerdotes de Amón, era el morir por éxtasis. Habían adquirido tales conocimientos del más allá que nada temían; esto suscitó abusos que hizo necesaria una severa reglamentación. Para ello se exigía que se juramentaran siete sacerdotes, acordando entre sí que todos ellos se provocarían la muerte llegado a determinado extremo, si uno solo se decidía, los seis restantes debían también morir. Este pacto podía concertarse de por vida o por un término determinado. Llegado el extremo los siete juramentados se retiraban a un lugar apartado. Ayunaban, por lo general cuarenta días; habiendo casos en que lo hacían por veintisiete o dieciocho días. El objeto de tal práctica era el de debilitar el cuerpo físico para disponer con mayor facilidad de él. Mientras tanto vivían concentrados sobre la entidad más alta concebible.
Recién pasado este ayuno se concentraban sobre sus centros (chacras), comenzando por los inferiores. Lo hacían sobre cada parte de un centro, considerando su inutilidad, vaciados de su razón de ser, cesaban de actuar. Procedían así sucesivamente, con todos los centros. Cuando llegaban al superior resultaba que a pesar de todo, estaban fuertemente atados a la vida. Procedían entonces al examen retrospectivo, después del cual podían ya dar el gran paso.

Continuará...

10/12/17

Masonería Egipcia (I)

El egiptólogo francés Bernard Bruyére, desde 1.920 a 1.952 hizo notables excavaciones en el paraje de Deir el-Medineh (Medina), el llano de Gizeh al sur de la necrópolis tebana que se ha convertido en el gran lugar turístico de Egipto.

Bruyére descubrió numerosas tumbas muy curiosas; advirtió que se trataba de capillas pertenecientes a los miembros de una cofradía que agrupaba constructores, albañiles, grabadores y pintores que se instalaron en Deir el-Medineh a partir de finales de la XVIII Dinastía, hacia 1.315 antes de nuestra era. La tumba 267, por ejemplo, es la de Hay, jefe de los artesanos, modelador de las imágenes de los dioses en la morada del Oro.
Las capillas fueron decoradas por los propios artesanos y encontramos al azar en las pinturas, el codo sagrado, la escuadra, distintas formas de nivel y muchos otros objetos simbólicos que conocieron una duradera posteridad.
Había también una gruta dispuesta como santuario dedicada a la diosa serpiente Mertseger, señora del silencio que deben respetar los iniciados.

Al abrigo de la cima, en la pirámide natural que domina el Valle de los Reyes, la cofradía trabajaba para el rey de Egipto y formaba un verdadero Estado en el Estado. Los miembros de esta antiquísima sociedad iniciática se denominaban “Servidores en el lugar de verdad o de armonía”.
El faraón, una de cuyas principales cargas era mantener la armonía entre el cielo y la tierra, les confiaba gran parte de los trabajos artísticos en los que se expresaba el esoterismo egipcio desde el nacimiento del imperio.
Para Bernard Bruvére se impone una evidencia, la cofradía de Deir el-Medineh es una auténtica masonería adelantada en el tiempo, por cierto número de detalles significativos. Según sus constituciones, la colectividad se divide en logias o chozas que son talleres donde se reparten las tareas.
Es de destacar que los iniciados de Deir el-Medineh se beneficiaban de ritos religiosos que les eran propios. Veneraban sobre todo a la diosa del silencio, al dios de los constructores y a la persona simbólica del rey.
El rey de Egipto, por lo demás, era su gran maestro y visitaba las obras de vez en cuando, para hablar con los altos dignatarios de la comunidad y verificar la buena marcha de los trabajos. Formar parte de la cofradía era una felicidad inmensa y una pesada carga; a la iniciación en espíritu se añadía una promoción social que elevaba a la mayoría de los iniciados por encima de su condición original.

El nacimiento, en las sociedades tradicionales, nunca fue un criterio de admisión. Varios faraones y maestros de obras eran de origen humilde, lo que no les impidió acceder a las más importantes funciones iniciáticas y administrativas. Muchos funcionarios, muchos cortesanos no vieron nunca al faraón al margen de las ceremonias oficiales; en cambio, el joven albañil procedente de una apartada campiña gozaba de este privilegio si era aceptado por la cofradía. Pesada carga, en verdad, puesto que el error no estaba permitido. Pinturas y esculturas encarnan con la máxima fidelidad la idea simbólica que evocan, ninguna imperfección técnica se tolera.

¿Por qué los ritos iniciáticos se celebran en tumbas?

Los textos egipcios nos proporcionan dos respuestas. En primer lugar, la tumba, como el sarcófago, no es un lugar de muerte; en realidad, es la morada de una vida nueva obtenida por la muerte del individuo profano. En segundo lugar, la palabra “tumba” se sustituye bastante a menudo, en los escritos egipcios, por el término “taller”: crear la obra de arte y crear al iniciado son dos operaciones idénticas.
Los miembros de la cofradía de Deir el-Medineh iban vestidos con un delantal ritual que permitía identificar a los iniciados y a los profanos; tenía también un profundo valor simbólico, representando el vestido divino que el constructor no debe mancillar con actos serviles o inconscientes.

Continuará...