14/6/12

Rio+20 Cumbre de la Tierra


La próxima Cumbre de la Tierra Río+20 -llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible- se celebrará del 20 al 22 de junio de 2012 en Río de Janeiro, Brasil. Esta cumbre es un nuevo intento de Naciones Unidas en el comienzo de milenio para avanzar sobre el compromiso de los Estados y la comunidad mundial en los grandes cambios de este siglo XXI. Tendrá lugar veinte años después de la primera cumbre histórica de Río de Janeiro en 1992 y diez años después de la de Johannesburgo en 2002.
Las naciones del mundo esperan llegar a consensos en temas relevantes como los siguientes:
  • La financiación de mecanismos para combatir el cambio climático UN–REDD (United Nations Collaborative Programme on Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation in Developing Countries, por su sigla en inglés);
  • Los nuevos compromisos de emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) como extensión al Protocolo de Kioto;
  • Los nuevos modelos eco–agroindustriales que garanticen la seguridad alimentaria mundial;
  • Medidas que permitan mitigar la escasez de agua y otros recursos naturales indispensables para la vida humana;
  • Instrumentos para revertir la contaminación ambiental causada por las actividades económicas.
Una agenda tan ambiciosa, sin embargo, viene acompañada del pesimismo de la comunidad internacional ante los resultados que puedan emanar de la CNUDS, especialmente por los nefastos resultados de las Conferencias de Partes que la preceden y porque los ojos del mundo realmente se encuentran fijos en la crisis de deuda pública de los países europeos y en los riesgos de contagio para el resto del mundo.

- La crisis europea
Una vez terminada la reunión del G–20 en Ciudad de México el pasado mes de febrero, y ante las  alertas del Fondo Monetario Internacional  y del  Banco Mundial  (BM)  se acentúa el pesimismo sobre las perspectivas de la economía global.
La raíz de la desaceleración en los países europeos —que se trasmite al resto de países por las redes de una economía globalizada— está en que la inversión no se recupera. Se ha dado un fenómeno “decrowding out”, donde la inversión privada se paraliza ante la desconfianza que produce el mal manejo de la política fiscal. Las brechas entre los rendimientos negativos de los bonos soberanos de Europa y el riesgo que perciben los inversionistas privados, afectan la inversión pública, y retardan la recuperación de la economía mundial.
Zenghelis, en su informe publicado en abril, señala la evidencia del fenómeno llamado “paradoja del ahorro”: la tasa de acumulación del sector privado, especialmente del sector financiero, se elevó debido a que disminuyeron los créditos por la incertidumbre en el manejo de la política fiscal.

- Cambio climático e inequidad mundial
El cambio climático ha dejado de ser una simple preocupación. La economía global ya está sintiendo su impacto.
Según el Banco Mundial, en lo que va corrido del 2012 el precio de los alimentos ha aumentado en 8 por ciento debido a la alteración de los ciclos del agua. El impacto no sólo se siente en las economías emergentes y en los países con bajos ingresos sino en el desabastecimiento de alimentos en los países de la OCDE.
Durante los pasados cinco años se han acentuado las temporadas de sequías y de lluvias en los países del trópico –países del sur– lo que desequilibró los servicios ambientales que suministraban estos ecosistemas.
Los gastos derivados de la atención de desastres “naturales” por cuenta del cambio climático ya representan cerca del 3 por ciento del PIB para los países latinoamericanos. Aunque los principales emisores de gases con efecto invernadero (GEI) han sido los países desarrollados, su impacto se percibe en los países del sur –países emergentes y con bajos ingresos– que deben destinar una porción mayor del presupuesto a mitigar los impactos del cambio climático: una clara situación de inequidad mundial.

- La solución está en la economía verde
La respuesta de Naciones Unidas a los retos ambientales ha consistido en una propuesta teórica que seduce por su nombre y tranquiliza a los grandes capitales porque mantiene la esperanza viva en el progreso tecnológico: la economía verde.
Dicha propuesta exige transitar de un crecimiento basado en combustibles fósiles a otro basado en procesos intensivos en innovación verde y en generación de energía limpia.
Para la economía verde, las “fallas de mercado” y las “externalidades” que subyacen al conflicto entre ambiente y crecimiento económico podrían superarse si la inversión privada se concentra en proyectos que promuevan la eficiencia energética, la baja utilización de carbono y un menor uso de recursos naturales. Sería un proceso de crecimiento endógeno basados en innovaciones verdes.
La inversión en infraestructura habría de ser la apuesta de las economías que se encuentran en desaceleración, porque esta actividad derrama sus incentivos sobre el conjunto de la actividad económica.
La sinergia público–privada puede contribuir a recuperar la confianza de los inversionistas, si se concentran en crear la infraestructura energética basada en fuentes renovables.
La rentabilidad de esa inversión estaría garantizada por la buena perspectiva de demanda de electricidad mundial, la trayectoria de los precios en el mercado de futuros, y los incentivos que hoy existen en distintos países para las industrias “limpias”.
La inversión pública en infraestructura energética de fuentes renovables, por su parte, garantiza la seguridad energética de cada país, reduce el desempleo en forma duradera —a diferencia de los empleos que crea la extracción de recursos naturales no renovables— reafirma el compromiso con la reducción de emisión de GEI y genera una corriente de impuestos para superar los problemas de deuda que hoy mantiene la desconfianza de los inversionistas privados.

- Pocas esperanzas
Los interesantes planteamientos de la economía verde, sin embargo, dejan por fuera la influencia creciente de Brasil, Rusia, India, Indonesia, China y Sudáfrica (el grupo BRIICS), países que serán los mayores consumidores de energía para 2050, según la OCDE, pero cuya fuente primordial –en un 85 por ciento– seguirán siendo los combustibles fósiles.
En materia de energías renovables, las soluciones planteadas para Río+20 se refieren a los países con altos ingresos, que son los que actualmente están en crisis, aunque el problema ya comienza a trasladarse a los países emergentes.
Las tensiones entre economía, ambiente y sociedad se ahondan cada vez más, las propuestas de desarrollo sostenible son cada vez más difusas, la puja por la hegemonía mundial es cada vez más intensa, y el deterioro en materia ambiental y social se perfila como el costo que debe asumirse para mantener el nivel de consumo en los países con altos ingresos y en los países de ingresos medios que comienzan a insertarse en la economía global; eso sí, con la esperanza de que los avances en ciencia y tecnología remediarán dichas externalidades.
Si bien los planteamientos de la economía verde se concentran en reemplazar las fuentes de energías fósiles por energías renovables para reducir los efectos del hombre sobre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de fuentes de agua potable y la distribución desigual de la pobreza que seguirán agravándose, como lo pone en evidencia el reciente informe de The Royal Society.
Diez años después de la cumbre de Río, en Johannesburgo (2002), los informes señalaban que la pobreza ha aumentado y que el medio ambiente se ha deteriorado más todavía.

MONOGRAFIA SOSTENIBILIDAD RIO+20

VER DOCUMENTOS DE LA UNIÓN EUROPEA

Fuente:
http://eur-lex.europa.eu/Result.do?idReq=3&page=3
http://eur-lex.europa.eu/en/index.htm

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